
Por La Voz de Linares
Entre el paso inclemente del tiempo, donde la ciudad parece caminar sin mirar atrás, sobrevive –oculto entre escombros y maleza– un testigo silencioso de uno de los capítulos más nobles de nuestra historia. Allí, donde el bullicio urbano se ha vuelto rutina y la memoria parece haberse desvanecido, aún se alza (o quizá se insinúa) el viejo Peumo de la Gloria: el árbol bajo cuya sombra Bernardo O’Higgins, padre de la patria, habría tomado aliento junto a sus hombres, minutos antes de liberar la ciudad de Linares el 6 de abril de 1813.
Los libros de historia y las crónicas locales relatan que, en plena Patria Vieja, O’Higgins lideró un pequeño destacamento patriota para tomar la entonces villa de Linares. La acción, breve pero decisiva, sorprendió a los realistas y marcó el primer triunfo militar de O’Higgins, lo que le valdría el ascenso a coronel. Pero antes del ataque, según testimonios recogidos por historiadores como Jorge Inostroza, hubo un instante de calma: el descanso bajo un árbol en el sector surponiente de la ciudad, en el fundo Cuéllar.
Bajo ese peumo, tras la victoria, se celebró un improvisado Te Deum, un acto de gratitud por el triunfo que cambiaría el curso de nuestra historia local y nacional. La tradición bautizó aquel árbol como el Peumo de la Gloria, símbolo natural de libertad, fe y determinación.
Décadas más tarde, en 1985, se instaló una placa conmemorativa en la fachada de la antigua Casa Cuéllar, justo en la esquina donde se erguía el peumo. Ese rincón se volvió hito patrimonial. Niños y adultos conocían la historia. Las escuelas visitaban el lugar. El lema “La patria comienza en Linares” resonaba con orgullo y sentido de pertenencia.
Pero hoy, esa esquina gloriosa está sumida en el abandono. La casona colonial se derrumba día tras día, víctima del tiempo, los terremotos y la indiferencia. Su fachada está cubierta de moras, la estructura amenaza con colapsar, y la placa que conmemoraba el gesto de O’Higgins… ha desaparecido. ¿Fue retirada para su resguardo? ¿Está sepultada entre los escombros? Nadie lo sabe con certeza.
¿Y el peumo?
Algunos vecinos aseguran que aún puede verse, entre las malezas, ese tronco añoso que por más de dos siglos resistió el olvido. Otros dicen que fue talado hace años, enfermo y quebrado por el tiempo. Lo cierto es que el árbol ya no figura en nuestras postales, ni en nuestros actos cívicos, ni en nuestras prioridades. Queda apenas en la brisa que corre por esa esquina, como un susurro que aún quiere contarnos algo.
En un país que tantas veces ha exigido memoria, resulta paradójico que en Linares, cuna de uno de los primeros triunfos de la Independencia, dejemos que sus símbolos se desvanezcan entre la maleza. El Peumo de la Gloria no es un árbol cualquiera. Fue altar, refugio y vigía. Fue sombra y silencio para un grupo de hombres que cambiarían la historia de Chile.
Hoy, ese árbol olvidado interpela a la ciudad. ¿Qué hemos hecho por conservar nuestra herencia? ¿Cómo esperamos que las nuevas generaciones amen esta tierra si no les mostramos dónde comenzó su historia?
En un país que tantas veces ha exigido memoria, resulta paradójico que en Linares, cuna de uno de los primeros triunfos de la Independencia, dejemos que sus símbolos se desvanezcan entre la maleza. El Peumo de la Gloria no es un árbol cualquiera. Fue altar, refugio y vigía. Fue sombra y silencio para un grupo de hombres que cambiarían la historia de Chile.
Hoy, ese árbol olvidado interpela a la ciudad. ¿Qué hemos hecho por conservar nuestra herencia? ¿Cómo esperamos que las nuevas generaciones amen esta tierra si no les mostramos dónde comenzó su historia?