
Hay lugares que no solo guardan agua, guardan historias, luchas y emociones profundas, el embalse Ancoa, enclavado entre cerros y quebradas del hermoso Valle de Ancoa, es uno de esos lugares donde el paisaje se entreteje con la memoria colectiva de Linares.
Construido entre los años 1980 y 1986, este embalse fue, durante mucho tiempo, un sueño largamente acariciado por los agricultores del secano interior y del valle central, la promesa de una reserva hídrica que asegurara el riego para miles de hectáreas y trajera estabilidad al trabajo campesino fue, sin duda, una causa que movilizó a toda una provincia.
Pero la historia del embalse Ancoa también tiene mártires, hombres que dieron su vida —literalmente— en la construcción de esta imponente obra de ingeniería, la comunidad aún recuerda con respeto y dolor los accidentes que ocurrieron durante su edificación, especialmente el derrumbe del túnel de aducción, que dejó una huella imborrable, no son solo nombres grabados en una placa, son parte viva de nuestra historia, trabajadores anónimos que construyeron el futuro con sus propias manos.
Hoy, el embalse Ancoa sigue siendo mucho más que un reservorio de agua, es un símbolo, un espejo donde se refleja la resiliencia de nuestra gente, el esfuerzo de generaciones, y la esperanza que sigue fluyendo entre acequias, canales y cultivos, en tiempos de crisis climática, su presencia es una bendición, pero también un recordatorio de que el agua es un bien precioso que debemos cuidar y proteger, además, se ha transformado en un lugar que invita a detenerse, a contemplar. Quienes lo visitan hablan de la paz que se siente al borde de sus aguas, del murmullo del viento entre los álamos y del eco de los recuerdos que aún habitan entre sus muros.

La verdad es que el embalse Ancoa no es solo infraestructura, es un testimonio vivo de lo que somos como linarenses: trabajadores, soñadores, perseverantes y aunque a veces pase desapercibido entre las noticias del día a día, sigue allí, firme y silencioso, latiendo como un corazón de agua al servicio de toda una comunidad.
Desde La Voz de Linares, creemos que es justo y necesario recordar su historia, honrar a quienes la hicieron posible, y valorar lo que representa, porque hay memorias que no se secan y hay aguas que, aunque quietas, siguen hablando.