
Por: La Voz de Linares
Detrás del portón gris y los muros altos que custodian la cárcel de Linares, late una realidad que muchas veces la ciudad prefiere no mirar, un mundo paralelo, donde la vida transcurre entre hacinamiento, infraestructura deficiente y una sensación constante de olvido.
La verdad es que no se trata solo de “presos” o “delincuentes”, como muchos suelen decir, ahí adentro hay personas, seres humanos que, si bien están cumpliendo condena por errores cometidos, también tienen derechos básicos que deben ser respetados, y hoy, lamentablemente, ese respeto parece estar en deuda.

Uno de los principales problemas es el hacinamiento, el recinto fue construido para albergar a poco más de 200 internos, pero actualmente supera esa cifra con creces, celdas pensadas para dos personas llegan a albergar hasta cinco, camas superpuestas, colchones en el suelo, espacios comunes saturados… No es difícil imaginar lo que esto significa para la salud física y mental de los internos.
Además, las condiciones sanitarias son precarias, las duchas presentan filtraciones, los baños muchas veces no dan abasto, y la ventilación es insuficiente, especialmente en verano, cuando el calor se vuelve insoportable, algunos internos deben improvisar ventiladores artesanales o simplemente resistir en silencio.
Y es que, más allá de la estructura física, hay una carencia profunda en cuanto a programas de reinserción social, pese a los esfuerzos de algunos funcionarios y organismos externos, las oportunidades de estudio, capacitación laboral o tratamiento psicológico siguen siendo mínimas, la cárcel, más que un espacio de rehabilitación, parece una máquina que perpetúa el ciclo del encierro y la marginación.
Funcionarios de Gendarmería, por su parte, tampoco la tienen fácil, falta de personal, turnos extenuantes y escasos recursos de seguridad convierten su labor en una tarea titánica, muchos trabajan bajo presión constante, enfrentando escenarios complejos sin las herramientas necesarias.
Desde La Voz de Linares, hacemos eco del llamado de varias organizaciones de derechos humanos, familiares de internos y trabajadores del recinto: se necesita una intervención urgente y con enfoque humano, no basta con parches o promesas, es hora de mirar de frente esta realidad, con empatía y voluntad política.
Porque una sociedad que se desentiende de lo que ocurre en sus cárceles, termina alimentando el mismo tejido que dice querer reparar, la cárcel de Linares no puede seguir siendo un lugar de castigo perpetuo, debe transformarse en un espacio de oportunidad, de transformación y de dignidad.