
Por La voz de Linares
En marzo del 2024 el Gobierno Regional del Maule celebraba con bombos y platillos la aprobación de más de 2.000 millones de pesos para la pavimentación de caminos rurales en Yerbas Buenas, entre ellos, la esperada Ruta L-275, una vía estratégica para vecinos, agricultores, estudiantes y turistas.
Las obras comenzaron en febrero del 2025 con un despliegue digno de película: se retiró el antiguo asfalto que, hay que reconocerlo, tenía algunos “eventos” (léase hoyos de cortesía para pruebas de amortiguadores) y se realizó un gran movimiento de material, en mayo de este mismo año, apenas tres meses después, el tramo fue oficialmente entregado a la comunidad como un nuevo estándar de conectividad rural.

Pero la realidad golpea más fuerte que cualquier discurso, en agosto del 2025, las imágenes hablan por si solas, baches, charcos y un asfalto que parece haber viajado en el tiempo para regresar a su peor versión, el panorama es desolador, lo que debía ser progreso hoy es una pista de obstáculos que pone en jaque la paciencia y los vehículos de cada vecinos.
Esta es una obra “histórica”… por lo fugaz, nunca antes una inversión tan millonaria se había degradado tan rápido, tres meses de “durabilidad” bastaron para que el camino vuelva a estar en peores condiciones que antes de las obras, en palabras de un vecino:
“Al menos antes los hoyos eran de siempre, uno ya se los sabía de memoria… ahora son nuevos, modernos, flamantes, y con agua incluida”.
El contraste no puede ser más sarcástico, un proyecto presentado como símbolo de desarrollo rural terminó convertido en ejemplo de improvisación y mala ejecución, el asfalto se deshace con las primeras lluvias y los charcos se instalan como residentes permanentes.
Mientras tanto, las autoridades guardan silencio o culpan al clima, como si la lluvia en el Maule fuera un fenómeno recién descubierto.
Los habitantes de Abranquil y alrededores se preguntan: ¿en qué se fueron los más de 2.000 millones? ¿Quién fiscalizó la obra? ¿Quién responde por este desastre?
Por ahora, la única certeza es que el camino L-275 pasó de ser una promesa de progreso a un monumento al despilfarro público.
Las fotos son elocuentes, charcos profundos, grietas abiertas y un camino que parece haber sido pavimentado con arena de playa, una postal digna de una sátira, pero que lamentablemente los vecinos sufren a diario.
La pavimentación del camino Abranquil quedará en la memoria no como un triunfo de la gestión regional, sino como una obra exprés en su ejecución y exprés en su deterioro, si la intención era hacer historia, lo lograron: pocos caminos en Chile han envejecido tan rápido.
MB.


