
“No deseches al anciano cuando se debiliten sus fuerzas; respétalo, y hallarás bendición.”
– Inteligente
Hay realidades que no salen en las noticias, que no se comentan en la feria ni en la plaza, pero que están ahí, se sienten, pesan y una de ellas es la soledad que viven tantos adultos mayores en Linares, es un silencio que duele, que se esconde tras una cortina cerrada, en almuerzos servidos para uno, en teléfonos que nunca suenan.
Según el último Censo y proyecciones del INE, más de 13 mil personas mayores de 65 años viven en Linares es decir una de cada seis personas supera esta edad, pero no estamos hablando de números, estamos hablando de rostros, de historias, de vecinos y vecinas que vieron crecer esta ciudad, que la construyeron con esfuerzo… y que hoy, muchas veces, envejecen sin compañía.

El abandono no siempre grita, a veces es evidente, adultos mayores que viven solos, que deben arreglárselas con pensiones mínimas, que ya no tienen fuerzas para salir siquiera a la esquina, otras veces, el abandono es más sutil, más cruel incluso, es afectivo, cotidiano, es la visita que no llega, el abrazo que falta, el olvido que se cuela en el corazón de quienes alguna vez fueron el centro de una familia.
Y es que envejecer no ocurre de golpe, es como cuando cae la tarde sin que uno se dé cuenta, de pronto, ya no hay sol… pero nadie vio cuándo se apagó la última luz, así es el paso de la independencia a la dependencia, llega sin pedir permiso, un día resuelves tu vida como siempre, y al siguiente, algo tan sencillo como abrocharse una camisa o recordar si tomaste el remedio se vuelve difícil, no hay alarma, solo esa sensación callada pero punzante de que algo ya no es igual.
Por eso es urgente preguntarnos, como ciudad:
¿Estamos viendo a nuestros mayores? ¿Los escuchamos? ¿Les damos el lugar que merecen en nuestras vidas, en nuestras decisiones, en nuestras conversaciones?
Porque cuidar a quienes caminaron antes que nosotros no es un favor, es un deber, es un acto de justicia y de humanidad, es recordar que, en algún momento, ellos nos llevaron en brazos… y que ahora es nuestro turno sostenerlos.
Linares no puede darse el lujo de olvidar a quienes le dieron su historia, una ciudad que abandona a sus viejos pierde su alma, se queda sin raíz, en tiempos donde el desarrollo se mide en números, tal vez lo más honesto sea detenernos y preguntarnos:
¿De qué sirve avanzar, si dejamos atrás a quienes nos enseñaron a caminar?
El sabio de Eclesiastés escribió hace casi 3.000 años sobre los tiempos de la vida, y su voz sigue resonando hoy:
“Honra la vida, incluso cuando ya se camina más lento.”
Tal vez ese sea el verdadero progreso.